Por Roberto Veras.-
Yo no me siento especial, soy una persona común igual que las del montón, y me ha tocado aprender que hay mucho arte en ser un don nadie.
No hay nada deprimente en ser un don nadie, cuando dominas el arte. Aceptar «ser nadie» puede ser una de las cosas más poderosas, liberadoras y edificantes que puede hacer.
Aceptar tu don nadie te libera del esfuerzo de presentarte como alguien, y de demostrar tu «ser alguien» día tras día. Imagina el alivio cuando ya no sientas la necesidad de luchar para probarte nada a ti mismo, tampoco a los demás.
El arte de ser un don nadie tiene que ver con la conciencia. Cuando aceptas conscientemente que no eres nadie especial, que no tienes una imagen que defender, ningún poder o importancia que demostrar, esquivas la humillación y experimentas el verdadero poder de la auténtica humildad.
También entras en el verdadero poder de la auténtica paz interior al dejar de lado todas las luchas sin sentido. Duele que te traten como a un don nadie mientras creas que tienes que demostrar que eres alguien.
Una vez que te das cuenta de que no tienes que probarte a ti mismo, tu valía, tu importancia o tu especialidad, lo que había sido doloroso se convierte en una experiencia profundamente placentera. No hay mayor placer que sentirse libre.
Un don nadie no necesita hacer alarde de sus poderes. Sin embargo, los usa libremente para servir a otros. No le preocupa lo que los demás piensen de él. Da la bienvenida cuando lo tratan como nadie o nada, porque eso lo ayuda a recordar aceptar ese papel pacíficamente y el poder pacífico y silencioso que viene con él.
No necesita sobresalir o defenderse a sí mismo ante los ojos de los demás. Solo necesita concentrarse en tratarse bien a sí mismo y tomar las decisiones más inteligentes posibles de acuerdo con sus necesidades reales.